martes, 22 de septiembre de 2009

no hay nada que podamos hacer

Las sombras se convierten en tinieblas, se convierten en luces, siempre una vez más. En os dominios de lo oscuro reside una flor que florece y se marchita una vez al día. Es la flor. La que lo contiene todo. La que nada retiene. Por cada pétalo que cae, un estallido. Por cada hoja que brota, un sueño nuevo. Una y otra vez en sucesión constante. Y a su alrededor nada existe. A veces, una cada mes, una luz de color, a veces roja, a veces anaranjada o amarilla, ilumina una esquina por unos segundos. Y en esa esquina sólo se ilumina el vacío que hay entre la pared y el suelo, negros y brillantes. Cada fin de año la flor sonríe, suspira y muere definitivamente. Se acaba. Se pierde. Y no hay nada que por ella podamos hacer.

Podría escribir mil cartas. En todas diría lo mismo. Lo mismo de distinta forma. Un millón de letras. No importa. Porque no soy nadie para decir tanto. Porque no puedo hablar siempre sola. Sólo necesito que alguien hable conmigo. Sólo necesito a alguien que aguante mi silencio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario